Cuando se combinan con cantidades suficientes de oxígeno, los patrones musicales estimulan la actividad de los diminutos organismos que degradan los desperdicios humanos. "Lo cual significa que podemos ahorrar 1200 dólares por mes", relató el director de la planta Detlef Dalichow.
Las implicancias de este razonamiento poseen ramificaciones sorprendentes ya que se podría concluir con la misma lógica que los microbios que se comen la caca tienen una sensibilidad musical más refinada que los seguidores de Ricardo Fort
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