En algún momento de nuestra vida, todos nos hemos
extrañado del precio alcanzado por algunos cuadros que no solo somos incapaces
de interpretar, sino que consideramos feos de solemnidad. Hay quien piensa que
el arte se ha convertido en un negocio en el que lo que importa no es el
talento, sino la capacidad de algunos marchantes para especular. El periodista
estadounidense Paul Jordan-Smith lo demostró.
Tenemos todos los
detalles en la bitácora «Memorabilias», que nos propone viajar hasta 1924, una época en
la que las vanguardias vivían su máximo apogeo y las galerías no daban abasto a
las peticiones de los nuevos ricos, desconocedores del arte, que solo buscaban
la inversión un mundo acotado hasta entonces a intelectuales.
En este terreno
abonado para los especuladores, el profesor de latín, periodista, exteólogo y
crítico de las nuevas vanguardias Paul Jordan Smith desarrolló un plan para poner en
evidencia los nuevos «valores» del arte, tratando de pintar y vender el cuadro
más absurdo que se le pudiese ocurrir.
A pesar de que nunca
había cogido un pincel, en
apenas 20 minutos consiguió completar su primera «obra de arte».
El cuadro, titulado «Exaltación», representa una aborigen con cara de gorila y
de alguna remota cultura isleña agitando un plátano sobre su cabeza. En
realidad quiso dibujar una estrella de mar pero no fue capaz de representarla.
Tras pintar el
cuadro, Jordan-Simth se inventó a su autor, el artista ruso Pavel Jerdanowitch,
fundador del movimiento de vanguardia del Desombracionismo. Convertido en el falso representante del
ficticio pintor, introdujo su obra en los círculos artísticos de Nueva York,
llegando a exponerla en la célebre galería Waldorf Astoria, a finales de 1925.
Esta exposición
atrajo la atención de la crítica y ofertas de distintas galerías para que el
extravagante artista presentase una nueva obra. El engaño se alargó durante
todo el año 1926. Después de que las obras de Jerdanowitch fueran seleccionadas
para ser incluidas en «Elo libro de oro del arte moderno», Jordan-Smith desveló el
engaño en Los Ángeles Times.
Lo peor de todo es
que, lejos de admitir la corrupción imperante en su negocio, los críticos
afirmaron que el profesor Jordan-Smith había triunfado gracias a su «talento y
ciertas dotes artísticas». Incluso recibió varias ofertas para seguir pintando.