lunes, 23 de agosto de 2010

Carta Certificada.

Estela abrió la guantera y bajo las gafas de sol encontró una carta certificada sin abrir. La mujer pasó las gafas a su marido quien, con las manos firmemente sujetas al volante, entornaba los ojos debido al sol que suspendido en un cielo libre de nubes, irradiaba abrasadores rayos de luz sobre el coche. Tras los cristales oscuros de las gafas de sol, el marido contempló la prolongada recta que ahora tenía frente a él y pisó el acelerador. Estela abrió la carta certificada y empezó a leerla pausadamente, sin prisas. El marido escuchaba su canción favorita y masticaba con fruición un chicle mientras sobrepasaba el límite de velocidad establecido en la recta. A medida que fue leyendo una a una las palabras de la carta, el rostro de Estela se fue empalideciendo: «…debido a un fallo en el sistema de dirección de su vehículo, le recomendamos encarecidamente…» El marido intentó corregir inútilmente la trayectoria del vehículo cuando alcanzó el final de la recta. Saliéndose de la carretera, el coche se precipitó letalmente por un barranco al mismo tiempo que la carta certificada se liberaba de las manos ensangrentadas de Estela. Gritos, estruendo... Silencio. 


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