Apenas veía
entre la niebla del local, una niebla espesa ocasionada por el tabaco y el humo
que salía del escenario en cada actuación del espectáculo. No vi a nadie que
conociese.
Fui deambulando, despacio, por los rincones del antro en el que me
encontraba, hasta que topé con la puerta del servicio de caballeros. Entré, me
cercioré de que nadie me viese, y entonces
hice algo que llevaba bastante tiempo deseando hacer, oriné durante varios
minutos, que desahogo me quedó.
Luego volví a salir a la sala del local, anduve unos
instantes divisando al personal que había aquella noche.la barra estaba llena
de personajes a cual más raro. Seguía sin ver a nadie conocido. Muchas personas
entre esa oscuridad, ocasionada por la mencionada niebla, y la poca iluminación
de aquel bar. Era difícil, pero yo sabía que no era imposible. Así que no cesé
en mi empeño de buscarla, deseaba encontrarla de nuevo.
La última vez, abusé tanto de la confianza que acabé
perdiendo la consciencia, fue todo tan rápido que no me di ni cuenta de cómo
llegué a ese estado tan bochornoso, y al final todo quedó en otra noche para
olvidar.
Entonces, esta vez no quería desperdiciar la
ocasión. Y mientras buscaba por el local, vi al camarero, que estaba en su lugar
de siempre, tras su barra de mármol
negro. Me hizo un gesto inconfundible, yo asentí con la cabeza y allí estaba
ella, tan bonita y fresca como siempre, con sus hermosas curvas inconfundibles,
ese rubio tan característico que la hace
única .Me acerqué, la cogí, noté su temperatura ideal y entonces bebí hasta
terminarla de un trago, fue la mejor cerveza de mi vida.
Fernando.
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