En el servicio de Extinción de Incendios de Granada no daban crédito a lo
que les indicaba por teléfono un médico de Urgencias del Hospital Ruiz de Alda.
Eran las cuatro de la madrugada de ayer cuando recibían una llamada en la que
un doctor les preguntaba si tenían elementos para cortar un tubo de acero. El
cirujano indicaba que era una cuestión de máxima gravedad. Sobre la camilla de
su quirófano tenía a un hombre de 52 años que había introducido su pene en un
cilindro de acero de dos centímetros de diámetro y ocho de longitud, y con solo
dos opciones: cortar el tubo o amputarle el órgano sexual.
La decisión estaba cantada, había que salvar el pene al paciente a toda
costa. «No disponemos de cizallas o sistemas que puedan cortar metales con la
precisión que el caso requería, por lo que pensé que se podría hacer con un
pequeño taladro de bricolaje que tenía en mi casa, con discos y fresas para
metales pero muy pequeños», explica Simón Soriano, sargento de los Bomberos de
Granada que, ayudado por el cabo Javier Chinchilla, materializó esta peculiar
operación de rescate.
En el hospital esperaba el paciente, con una inflamación en su órgano
sexual de unas proporciones que hacían imprescindible una intervención
inmediata. El problema, según fuentes médicas, fue que al meter el pene en el
tubo (de acero de 4 milímetros de grosor) como parte de una práctica sexual,
tuvo una fuerte erección y, sin tiempo a reaccionar, el cilindro le estranguló
el órgano sexual de tal forma que le produjo una gran inflamación que, a su
vez, impedía que bajase la erección, con lo que era imposible sacarlo.
La situación llegó a tal punto que el glande, que se encontraba fuera por
el otro extremo del tubo, llegó a adquirir una longitud de más de 12
centímetros y un grosor de más de cuatro. Para los médicos había un evidente
riesgo de gangrena y, por tanto, de peligro grave para el paciente, por lo que
había que hacer lo posible por cortar el tubo, ya que la otra posibilidad era
la de la amputación. El cirujano actuó de la forma más coherente posible, ya
que ante la imposibilidad de cortar el acero, pidió ayuda donde, como se comprobó
después, podían dársela.
Por una noche, en el quirófano de Urgencias la actuación no fue solo del
personal sanitario, sino que se compartió con dos bomberos. La intervención
quirúrgica y de rescate del miembro atrapado necesitó de una hora y cincuenta
minutos de un trabajo de una gran tensión, ya que hubo que manejar la pequeña
fresadora de bricolaje de una forma lenta y con gran precisión para no dañar al
paciente durante el corte longitudinal del tubo. Un falló podía provocar que
toda la intervención fuese un fracaso y tuviesen que proceder a la amputación.
Los bomberos indican que en muchas ocasiones han tenido que utilizar
herramientas en situaciones de grave peligro para la vida de las personas,
«pero en 25 años de servicio nunca he visto nada igual», reconoce Soriano.
Este caso ha puesto en evidencia que algunas prácticas sexuales pueden ser
muy peligrosas. Aunque el afectado no ha desvelado los motivos que le llevaron
a meter el pene en un tubo de acero, todo indica que se trata de un sistema que
estrangula el órgano sexual para conseguir una mayor erección. Pero un tubo de
acero no se podría retirar a tiempo en caso de que esta actividad se
descontrolase.
De no intervenir bomberos y médicos, le habría costado el pene o incluso la
vida.
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